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viernes, 25 de diciembre de 2015

Microrrelato 2 (El espécimen)

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 El espécimen

            La senadora atravesó el umbral del laboratorio, sin reparar en los dos científicos, y con paso firme se plantó frente al cristal que, con forma circular, mantenía al espécimen atrapado en su interior. Estaba desnudo, su cuerpo, plagado de cortes y cicatrices recientes, denotaba claros indicios de desnutrición. Llevaba puesto el casco virtual, caminaba pesadamente esquivando obstáculos invisibles, un láser infligía leves incisiones en sus castigadas piernas.
            La senadora dirigió su mirada a una de las pantallas, en ella se mostraba lo que estaba viendo la criatura en primera y en tercera persona: el ejemplar creía que se desplazaba por una zona boscosa, sin sendero, atravesando una zona cubierta de matorral espinoso.
El otro monitor mostraba el estado físico del individuo, la mujer, después de estudiar unos segundos los marcadores de los biorritmos, se volvió hacia los dos biólogos que la miraban expectantes y con reverencia…
            —¿Qué tienen que decirme? —preguntó con la altanería despótica de quien ha nacido en la nobleza, sintiéndose superior.
Lo llamamos sujeto Alfa comenzó a explicar uno de ellos—, pertenece al 9,87% de la población del planeta. Y tenemos malas noticias señora, no se rinden luchan hasta morir, incluso por encima de sus capacidades físicas teóricas.
            La senadora orientó sus orejas hacia su subordinado, en un claro gesto de no haber comprendido.
            —¡Explíquese!
            —Quiero decir, que debería haber muerto unas treinta horas atrás, pero no comprendemos por qué continúa con vida. Sospechamos que cuando están fuertemente motivados, son capaces de superar su propia biología y romper sus límites físicos.
            —¿Es eso posible? ¿Qué clase de motivación tiene ahora?
            —Está tratando de rescatar a su compañera y a su cría. Aunque se lo hemos puesto imposible, no le hemos dejado ningún resquicio, y él lo sabe, pero a pesar de todo continúa intentándolo.
            —Pero… eso es ilógico, ¿por qué no huye y busca otra fémina para procrear? Está claro que es un ejemplar formidable —al decir esto la senadora estiró su magnífico y musculoso cuerpo, aumentado la diferencia de altura entre ella y los científicos, y sin tratar de disimular el desprecio que sentía por ellos—. Estoy segura de que hay muchas hembras humanas dispuestas a aparearse con él.
            —A eso nos referimos en el informe señora —dijo el de rango superior agachando las orejas mostrando sumisión–, un porcentaje de la población no se someterá jamás, no actúan por lógica, su parte sentimental se apodera de ellos, y además poseen el efecto contagio, la tendencia del resto de humanos es la de seguirlos, se convierten en líderes, provocan devoción…
            —Ya, entiendo, nunca nos dejaran su planeta, no lograremos esclavizarlos, tendremos una guerra de baja intensidad continua, la única opción es aniquilarlos a todos…, pero eso es absurdo.
            La senadora paseó lentamente rodeando la cabina ovalada, sin dejar de mirar al terrícola, meditando una importante decisión…
            —Está bien, creo que tienen razón, mejor nos olvidamos de este planeta, está claro que los inconvenientes superan a los beneficios.
            Dicho esto, golpeó los tacones en un gesto marcial y se dirigió a la puerta.
         —Señora —dijo el biólogo impidiendo que cruzara el umbral—, ¿qué hacemos con el espécimen?
            Ella se giró de cintura para arriba y mirando al terrícola dijo:
            —Me lo voy a quedar, es interesante, enriquecerá mi colección privada, lástima que solo tenga dos piernas -mientras en su rostro se intuía una siniestra sonrisa.

martes, 8 de diciembre de 2015

Microrrelato 1

La puerta

            Sí, ya sé qué me estoy volviendo loco, y que además, el casero me avisó, que hasta en cinco ocasiones y de cinco formas diferentes, me dijo que no intentara abrirla, que me olvidara de ella.
Pero no le quise hacer caso, siempre he sido así, desde que era un niño, para mí, una advertencia significa una irresistible invitación, algo a lo que no me puedo negar, especialmente cuando la prohibición implica un misterio, algo por descubrir.
            Ansié abrirla desde la primera noche, ni tan siquiera esperé a deshacer las maletas. Instantes después de despedirme, ya había retirado el armario que la protegía.
            Los primeros intentos fueron sutiles, tratando de no dejar rastro, pero conforme pasaban los días y aumentaba mi obsesión, la sutileza fue dejando paso a la brutalidad, por no decir a la violencia, sin embargo, por muy tosca y grande que fuese la herramienta, jamás conseguí infligir daño alguno en ella. Curiosamente, eso, lejos de desanimarme, no hizo más que aumentar mi obcecación, que llegó a límites inimaginables, no dejándome pensar en otra cosa que no fuese cruzar su umbral, llegando incluso, a impedir el normal desarrollo de mis actividades cotidianas.
            Ahora sé que eso es imposible, jamás nadie la atravesará. Lo descubrí la madrugada posterior, a la tarde que destrocé la motosierra, a las 3:17 a.m., cuando totalmente desvelado, me dirigía a por un vaso de agua. Fue entonces, cuando me percaté de la luz que salía por la cerradura, y desoyendo a todos mis instintos primarios, me arrodillé frente a ella, cerré uno de los ojos y con el otro miré…

            En realidad, y para ser sinceros, no entiendo lo que visualizo todas las noches a la misma hora, aunque de alguna forma sé, que ante mí pasan todos los secretos del universo. Sin embargo, mi pequeño cerebro de homo sapiens, no consigue asimilar la información, se ha colapsado, ya no distingue el paso del tiempo, ha perdido la capacidad para interactuar con el mundo. Por eso llevo días sin comer, ¿o tal vez sean horas? ¿Segundos? ¿Años? Quien sabe, yo solo sé que he perdido la razón…

sábado, 5 de diciembre de 2015

Fragmento libro 2

Su corazón" latía con fuerza, su mente estaba totalmente concentrada en la pelea, tratando de aplicar, todo lo aprendido en los últimos días, le pareció ver una fisura en su enemigo, un despiste…, se lanzó, intentando hundir el arma, en las costillas de su oponente, sin embargo, no encontró más que aire…, Lara comprendió que había cometido un error, pronto llegó el castigo, un terrible rodillazo, se hundió en su estómago, mientras el aire abandonaba su cuerpo, unos dedos tenaces retorcieron su muñeca, haciéndole soltar el puñal, que cayó al suelo ruidosamente, un instante antes que la espalda de ella. Necesitaba aspirar aire, pero apenas se atrevía a respirar, notaba la hoja de su rival en el cuello…
            —¡Estás muerta, maldita sea! ¡Te precipitas! ¡Eres demasiado predecible! —le gritó Víctor.
            El mercenario retiró el puñal y se incorporó, ella al verse libre, se llevó las manos a la tripa, retorciéndose se apoyó en una rodilla, tratando de recuperar el oxígeno perdido…

viernes, 4 de diciembre de 2015

Fragmento libro 1

"Olena lo sorprendió mirando por la ventana de la cocina, observaba el Muro, de 25 metros de alto, y detrás la Zona, todavía los edificios que colindaban con la muralla, mantenían cierta dignidad, a pesar de tener un aspecto antiguo, decadente y mostrar la falta de un mantenimiento adecuado. 
La pelirroja le sonrió, apoyada en el marco de la puerta, mostrando los dientes de su pecosa carita, solo llevaba puesta una desgastada camiseta, que, a duras penas, cubría su ropa interior de un color malva, dejando totalmente al descubierto sus largas, blanquecinas y delgadas piernas. Se frotó los ojos con un gesto infantil y se abrazó a Víctor.
—Te extrañaba, mi amor, dos días sin verte. —susurró mimosa.
—Yo también. —replicó abrazándola con fuerza y besando su pelo. —Te he preparado algo para que comas.
Olena no paró de hablar mientras devoraba el desayuno, cuando terminó, Víctor, ya erguido, le cogió una mano y la hizo levantarse, después la besó con pasión, atrapándola con fuerza, flexionando las piernas para conseguir acercar su sexo al de ella, unos segundos después comenzó a notar cómo crecía el deseo en ambos cuerpos.
—No me he lavado los dientes. —alegó ella separando su rostro y sonriendo con picardía.
—Me da igual. —replicó él mientras la alzaba entre sus brazos.
—Tampoco me he duchado, siento que huelo mal.
—Me encanta tu olor. —confesó Víctor mientras la llevaba en el aire hacia el dormitorio."